Jacob, Moisés y Adán...prototipos de Israel (y del Mesías)


Las similitudes entre Jacob y Moisés son muy importantes. Ambos representan al pueblo de Israel. Jacob es el que les da el nombre al pueblo, y Moisés es quien les da la Ley. Así se constituye la identidad de Israel. Jacob y Moisés representan la experiencia de Israel en el exilio y la esperanza en la redención de Dios. Tanto Jacob como Moisés llaman a un nuevo líder para que los suceda (Gn 47, 29// Dt 31,14); bendicen a través de un himno al pueblo antes de sus muertes (Gn 49, 1// Dt 33,1); estas bendiciones están dirigidas a acontecimientos futuros, de tipo escatológico, donde una figura real de la casa de Judá, será determinante (Gn 49,8-12//Dt 30,6; 33,5.24). En ambos casos los héroes son llorados por el pueblo a su muerte (Gn 50,10-11//Dt 34,8).

La historia de Israel repite el patrón Jacob-Moisés una y otra vez. Los Profetas comienzan con Josué, aquel que está lleno del espíritu de Moisés, el protegido al que se le encomienda guardar los mandamientos y meditar día y noche en la Torá para que así prospere en cada lugar que se encuentre (Jos 1,7-8).  El triunfo prometido a Josué tiene que ver, especialmente, con la conquista de los habitantes de la tierra prometida representadas por sus reyes (Jos 1,2-6; 12,7-24). Fijémonos en el paralelo entre Josué y el prototipo real de Dt  17, 14-20: No tendrá muchas mujeres, para que no se extravíe su corazón, ni acumulará plata y oro.  Cuando suba al trono se hará escribir en un libro una copia de esta ley, según original de los sacerdotes levitas.  La llevará siempre consigo y la leerá todos los días de su vida, para que aprenda a respetar al Señor, su Dios, poniendo por obra las palabras de esta ley y estos mandatos. Que no se alce orgulloso sobre sus hermanos ni se aparte de este precepto a derecha ni a izquierda; así alargarán los años de su reinado él y sus hijos en medio de Israel.

También en los primeros dos salmos encontramos una bendición especial al hombre (prototipo de Jacob y Moisés) que no camina en el consejo de los impíos (Sal 1,1), sino que medita día y noche en la Ley (Sal 1,2) de tal manera que prosperará en todo lo que haga (1,3). Tenemos que considerar que el hombre del Salmo 1 es el “ungido” o el “Hijo de Dios” del Salmo 2. La imagen del versículo 1,3 enfatiza el carácter real del personaje:  “Será como un árbol plantado junto al río, que da fruto a su tiempo, su fronda no se marchita; en todo lo que hace, prospera”, imagen que tiene que ver con el asentamiento del Reino de Dios sobre Sión en el Sal 2,6: “Yo mismo he ungido a mi rey en Sión, mi monte santo”.  La figura del rey se devela como sabia y como exitosa (Sal 2,10// Jos 1,7-8). La victoria que es resultado de la obediencia a Dios se relaciona con la conquista de la tierra: “Pídemelo y te daré las naciones en herencia, en propiedad los confines del mundo” (Sal 2, 8// Jos 22,4).

Pero junto a Jacob y a Moisés, Josué y el hombre sabio de los Salmos 1-2, Adán se erige también como el prototipo de Israel. El pentateuco abre  y cierra  con la idea de la tierra prometida que ha de ser conquistada (Gn 1// Dt 34) y con la idea del exilio (Gn 3,23-24//Dt 34,1-5). Al igual que Moisés y Jacob, ambos representantes de Israel, Adán también tiene que morir fuera de la tierra prometida (Gn 5,5//Dt 34,5). En los tres casos, cada hombre está exiliado como resultado de alguna infidelidad (Gn 45,26//Nm 20,12). En todos casos se mira hacia adelante cuando Dios rescate a su pueblo del exilio. Para más detalles: Seth D. Postell, Adam as Israel, p. 142-156.

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