Contexto rabínico a la parábola de los talentos
Una de las características del judaísmo es
representar a Dios como aquel que todo
lo da, en ese sentido todo lo que una persona posee, cualidades y virtudes incluídas, le es
dado por Dios. A partir de este darse Dios construye una relación de libertad con la persona. Una
parábola tomada del Yalkut Shimeoni vol.
1, Remez 837 y Seder Elijah (25) 26 refleja
bien el punto. ¿Cuál es la diferencia
entre el amor y el miedo? El asunto se puede clarificar a través de una
parábola. ¿Con qué podemos comparar este asunto? Un rey tenía dos siervos. Uno
amaba y temía al rey. El segundo, solo le temía. El rey partió a un país
lejano. El siervo que amaba y temía al rey, plantó una parcela con todo tipo de
frutales. El siervo que solo temía al rey se mantuvo inactivo, no hizo nada de
nada. Una vez que regresó el rey desde el país lejano, contempló los jardines
plantados de frutales, todo para Él de acuerdo a los designios del siervo que
le amaba. Cuando este siervo que le amaba se le acercó y vio todos los frutales
que había trabajado y el contento que producía en el rey, se puso muy feliz.
Sin embargo, cuando el rey entró en los dominios del siervo que sólo le temía,
sólo vio desolación en concordancia con el miedo que este siervo sentía por
Él…Este siervo estaba muy angustiado de acuerdo al enojo del rey… De aquí tu aprendes que la recompensa a quien
amó y temió al rey es una porción doble, mientras que la recompensa a quien
solo temió al rey es una porción.
Otra parábola rabínica que nos describe como
el miedo a Dios nos puede paralizar en la vida es tomada de Esopo (225), el avaro. En esta parábola el miedo se
relaciona con la avaricia, un aspecto muy sobresaliente también en el evangelio
de Mateo. Un avaro vendió todas sus
posiciones para comprar una buena cantidad de oro, que no tardó en enterrar en
un terreno que solía visitar para comprobar que todo estuviese en orden. Una
persona que notó las constantes visitas del avaro, revisó el terreno y encontró
el tesoro y se lo llevó. Cuando el avaro regresó al lugar y descubrió su
pérdida, no paraba de llorar, de tirarse de los pelos, y de lamentarse. Un
testigo, que sabía de todas las circunstancias, se le acercó y le dijo: “Amigo
querido, no os lamentéis, tomad una piedra y escondedla bajo tierra en el mismo
lugar donde escondías el oro. Y es que si bien el oro era tuyo, no hacías uso
de él”. El temor puede tener consecuencias muy penosas en las personas,
hablando de cualidades y talentos, que por lo demás no le pertenecen.
Este es
un contexto adecuado para leer la parábola de Mt 25, 14-28, la de los talentos. La teología detrás
de la parábola mateana tiene que ver con la idea que todo la creación le
pertenece a Dios. El hombre está llamado a reconocer la soberanía de Dios. No
hacer propio nada de lo que le es dado, tampoco sus dones y atributos. Gozar
del mundo sin agradecer constantemente al regalador es usurpar algo que no nos
pertenece. Y como no somos niños, los rabinos piensan, entonces debemos saber
que al final tendremos que rendir cuentas. Estas cuentas no se basan en la
justicia humana, sino en la misericordia de Dios, tal como se dice en Exod.Rab 41,1: Rabía Nehemías decía: Incluso cuando reflexionamos sobre
nuestras acciones, nos llenamos de vergüenza. ¿Por qué se produce esto? De
manera común uno le encarga sus tierras a un parcelero quien aporta los granos
y el trabajo, y al final uno recibe una porción igual que éste de los frutos.
Con Dios, el Santo, bendito sea, no ocurre lo mismo, porque todo el mundo y todo
lo que hay en el le pertenece, como se nos dice, “La tierra es
del Señor” (Salm 24,1), y a pesar que la tierra y los frutos de esta le
pertenecen, y es Él además quien hace llover y hace aparecer la primavera para
que los frutos crezcan, lo mismo que los hace perseverar y hace todo lo
necesario en relación a los hombres, les dice: “Yo sólo les he ordenado darme
un décimo como ofrenda y uno en cincuenta como terumah”.
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