La mortalidad del hombre de acuerdo a distintas fuentes judías alrededor del siglo I.
La mortalidad como consecuencia del primer pecado está
atestiguada en varias fuentes apócrifas, mencionemos la Vida de Adan y Eva donde
la inmortalidad se relaciona con el aceite que emana del árbol de la vida. Este
portento le es negado por lo ángeles a Set quien espera con éste sanar a su
padre. Los ángeles le dicen que al final de los tiempos los justos podrán gozar
de este aceite. Set, hombre de Dios, no te canses pidiendo en esta súplica por el árbol
del que mana el aceite para ungir a tu padre Adán, pues no se te concederá
ahora, sino en los últimos tiempos. Entonces resucitarán todos los hombres desde
Adán hasta aquel gran día, todos los que sean pueblo santo. Y en ese momento se
les dará todo el goce del paraíso y Dios estará en medio de ellos. (13).
Para Filón de Alejandría la mortalidad como castigo fue la consecuencia de la vida sexual
de Adán y Eva. En OP. 151-152 leemos: Mas,
como ninguna de las cosas creadas es estable, y los seres mortales están
sujetos fatalmente a transformaciones y cambios, era preciso que también el
primer hombre experimentara alguna desventura. Y una mujer se convirtió para él
en el principio de la vida reprochable. En efecto, mientras estaba solo,
asemejábase en virtud de su soledad, al mundo y a Dios, y recibía en su alma
las impresiones de la naturaleza de uno y Otro; no todas, pero sí todas
aquellas que su constitución mortal era capaz de recibir. Pero, una vez que
hubo sido modelada la mujer, al contemplar una figura hermana de la suya, una
forma de su misma estirpe, se alegró ante la visión, y aproximándose a ella la
saludó con afecto. 152. Ella, no viendo otro ser viviente más parecido a sí
misma que aquél, se alegra y devuelve el saludo con actitud modesta. Y
sobreviene el amor, y reuniéndolos como si se tratara de dos partes separadas
de una sola creatura viviente, los une en un mismo todo, tras haber afincado en
cada uno de ellos el deseo de unirse con el otro a fin de producir un ser como
ellos. Mas este deseo engendró también el placer corporal, el placer que es
origen de iniquidades y procederes ilegales, y a causa del cual los hombres
truecan una vida inmortal y dichosa por la mortal y desdichada. En otra
obra Filón habla de la mujer (los sentidos, los placeres) asimilándola a la
muerte. De esta vida de los sentidos,
pues, llamada "Masek", es hijo todo aquel que entre nosotros honra y
admira a la nodriza y nutriz de la raza mortal, es decir, a la sensibilidad, a
la que la terrestre inteligencia llamada Adán vio recién modelada y, siendo su
propia muerte, la llamó "vida" (Here 52).Para Sirac, en cambio, la mortalidad no es producto del pecado,
sino que es parte del orden natural. Leemos
en 33, 7-13: ¿Por qué un día es distinto
de otro día, si todos repiten la luz
del sol? 33,8: La sabiduría de Dios los
distinguió y estableció entre ellos días festivos; 33,9: bendijo uno de ellos y lo
santificó, a los demás los hizo días
ordinarios. 33,10: Todos los hombres
son piezas de barro, pues de arcilla fue creado el hombre; 33,11: pero la
sabiduría de Dios los distingue, los hizo habitar la tierra e hizo diferentes
sus destinos. 33,12: A unos los bendice y exalta, a unos los consagra y acerca
a sí; a otros los maldice y humilla y los arroja de sus puestos. 33,13: Como
está el barro en mano del alfarero, que lo maneja a su voluntad, así está el
hombre en manos de su Creador, que le asigna un puesto en su presencia. Más
adelante, el mismo autor escribe: No
temas la muerte, que es tu destino, recuerda que lo compartes con antepasados y
sucesores; 41,4: es el destino que Dios asigna a todo viviente, ¿y vas a
rechazar la Ley del Altísimo? En la tumba nadie discutirá por mil años o cien o
diez (41,3-4). Josefo tiene otra perspectiva, para él la mortalidad no es
fruto del pecado, el hombre tiene que morir de todas maneras. El castigo por el
pecado implica una vida más corta. Asi en AntJud 1.46 leemos como Dios
recrimina a la primera pareja después que estos pecaron: Yo había decretado que vosotros vivierais felices, sin preocupaciones,
sin cuidados y sin aflicciones; y que todo lo que os sirviera y pudiera
proporcionaros placer creciera por mi providencia, sin trabajos ni esfuerzos
por parte de vosotros; porque trabajos y esfuerzos os llevarían a la senectud y
la vida ya no os duraría mucho. Has abusado de mi buena voluntad y desobedecido
mis órdenes; porque tu silencio no es señal de virtud sino de mala conciencia (I,
1, 4).
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