El prólogo de Juan como midrás
Los primeros cinco versículos del prólogo de
Jn bien puede entenderse como un midrás judío sobre la teología de los dos poderes en el cielo. Vamos por
parte. En primer lugar recordemos que un midrás son homilías sobre una perícopa
o extracto del Pentateuco, especialmente de lagunas que han quedado sin
explicar, que utiliza en su desarrollo textos de los libros proféticos o, de
manera frecuente, los Salmos, el Cantar de los cantares o la literatura
sapiencial. Como cubos se van explicanco unos a otros formando un cuadro coherente de múltiples entradas y salidas. En el caso del Prólogo de Jn los versículos que tratan de explicar
son los versículos iniciales del Génesis (Gn 1, 1-3) con su majestuosa declaración a través
del Verbo: Y Dios dijo: Que se haga la luz,
y hubo luz (Gn 1,3). Los textos que ocupa para explicarlo es Pro 8,22-31 con su
referencia a la Sabiduría. Así, en el
principio Dios creó los cielos y la tierra, y la tierra carecía de forma y
estaba vacía (Gn 1,1) es interpretada y expandida por Jn 1,1, en el principio fue el Verbo y el Verbo
estaba con Dios. Juan interpreta y expande Gn1,1 con la figura de la
Sabiduría: Yo estaba junto a él (Pro
8,30) y Contigo está la sabiduría (Sab
9,9). Este midras joánico tiene un paralelo claro con en el Targum Palestinience al Gn 1,1 que
traduce En el principio por Con la Sabiduría Dios creo, aludiendo
también al libro de los Proverbios. El versículo 5 del Prólogo se traduce como la luz brillaba en la oscuridad, y la
oscuridad no la recibió/acogió (katalaben),
probablemente una glosa a la expresión del Gn separó la luz y las tinieblas.
El versículo quinto sirve de final del midrás
judío y da paso a la glosa propiamente joánica que abre con la aparición de
Juan Bautista: Apareció un hombre enviado
por Dios: su nombre era Juan. Este vino como testigo, para dar testimonio de la
luz, a fin de que todos creyesen por medio de él (1,6). Los versículos 6-13 son una alusión a la aparición del Logos asarkos, antes de la encarnación. Juan aparece como el heraldo de la
encarnación (1,6-8) que se realiza en el versículo 15. Una encarnación que se había hecho necesaria
porque los hombres no habían recibido al Logos asarkos a lo largo de la historia de salvación. Efectivamente, en
los versículos 10-11 leemos una glosa al midras contenido en los primeros cinco
versículos. El versículo 10 repite y expande el versículo 3; mientras que el
versículo 11 hace lo mismo con el versículo 5.
En el mundo estaba, y el mundo fue
hecho por él, pero el mundo no le conoció. Vino a lo que era suyo, pero los
suyos no le recibieron (paralebon). Las tinieblas
del midras del Gn se convierten ahora en el cosmos,
el cual, pese a haber sido hecho por la luz, no logra reconocerla ni
acogerla. Estos versículos (10-11) narran el primero de los tres intentos de la
Sabiduría o Logos por entrar en el mundo. Este primer intento adoptó la forma
de varias teofonías en la historia de salvación, tal como lo explica el mismo
Jesús, por ejemplo, en Jn 8,56 cuando dice como Abraham reconoció su presencia
y se alegró: Vuestro padre Abraham se
regocijó esperando ver mi día; y lo vio y se alegró. Esto es un midras a Gn
15,1: Y después de esto el Verbo de Dios
le fue revelado a Abraham; que el Targum traduce: Abraham creyó en la Memra de Dios. Y si Abraham acogió la palabra
de Dios y se alegró, no sucedió lo mismo con el pueblo de Israel. Esto explica
el reclamo de Jesús en Jn 8,39-40: Si
sois hijos de Abraham, haced las obras de Abraham. Pero ahora procuráis
matarme, a mí que os he dicho la verdad que oí de Dios. Esto no lo hizo Abraham.
Esto es lo que explica la necesidad de la llegada de Jesús como Logos
encarnado. Si el versículo 6 relataba el testimonio del Bautista antes de la
encarnación, el versículo 15 apunta al cumplimiento de su testimonio. Pero
antes de la encarnación, todavía hay un segundo intento fallido por parte del
Logos de ser reconocido y acogido por el pueblo.
El segundo intento de la Sabiduría de entrar
en el mundo incluyó el don de la Torá a Israel y el fracaso de este medio como
instrumento para introducir el Logos en el mundo. Varios son los textos
bíblicos y apócrifos que apuntan en este sentido: Sirácida 24; Barcu 3,9-4,4;
1Enoc 42,1-2. En Pablo tenemos 2Cor 6,16-21. En Juan tenemos la famosa
sentencia de 7,19: ¿No os dio Moisés la
ley, y sin embargo ninguno de vosotros la cumple? ¿Por qué procuráis matarme?
Tengamos en cuenta, sin embargo, que hay algunos que sí recibieron a la
Sabiduría a través de la Torá, a estos se les daba una gracia especial tal como
lo expresa Jn 1, 12-13. Ahora bien, esta incapacidad del pueblo de recibir a la
Sabiduría o Logos, no produce la ira de Dios, por el contrario, lo que
encontramos es la abundancia de su misericordia (gracia sobre gracia: Jn 1, 16) a través de la encarnación del Logos. Para más detalles. Daniel Boyarin, Espacios Fronterizos, Judaismo
y Cristianismo en la Antigüedad tardía, Trotta, p. 159-177.
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