María como la segunda Eva.
Ahora bien, la segunda manera de explicar esta
desavenencia entre el mandato recibido por Adán y el transmitido por éste a Eva
tiene que ver con la traducción del hebreo al griego de los LXX. Donde el
Hebreo lee un “tu” [masc. sing. dirigido a Adán], el griego lee un “vosotros”
[masc.fem. plural dirigido a Adán y Eva]. Esto quiere decir que el primer
mandamiento fue transmitido a Adán y Eva juntos. Esta explicación requiere
necesariamente el modificar el orden del relato bíblico. Mal que mal, en el
texto original, cuando Adán recibe el mandamiento (Gn 2, 16-17), Eva todavía no
había sido creada. En todo caso en la antigüedad no era problemático el
entender el significado de un texto cambiando su estructura u orden. Así, de
acuerdo a esta interpretación, lo que sucedió en verdad fue que Dios creo a Eva
de Adán (Gn 2, 20-23), luego de lo cual les ordena no comer del fruto ni
acercarse al árbol del conocimiento (Gn 2, 16-18). Esta salida fue la preferida
de los interpretes cristianos, no sólo porque estos ocupaban más la traducción
de los LXX, sino también porque esta interpretación apuntaba a uno de los
motivos teológicos preferidos del primer cristianismo: la contraposición entre
Eva y María. Efectivamente, si bien es cierto que a través de Eva se transmitió
el primer pecado de generación en generación, también lo es que la salvación
nos llegó a través de la segunda Eva, María. Eligiendo nacer de una mujer, Dios
santificó el vientre profanado en el Jardín del Edén. Si Eva llego a ser la
madre de todos los mortales, María lo sería de todos los inmortales. Más específicamente, de acuerdo a la traducción de los LXX Eva no
fue “engañada” por la serpiente, sino “seducida”, lo que tiene inmediatas
implicaciones sexuales. Esto hace que fuentes cristianas, gnósticas, y judías
(Targum Pseudo-Jonathan y Pirke de Rabbi Eliezer) le atribuyan la maternidad
del linaje de Caín, en contraposición al linaje de los Hijos de Dios, atribuido
a María. Además tenemos que fijarnos en cómo Eva fue seducida por la serpiente,
a través de la escucha de las
palabras de la serpiente. María, a su vez, conoce una escucha y obediencia de otro orden. Ella recibe la palabra de Dios
a través del ángel, la guarda, la medita (no reacciona de manera inmediata como
Eva), pregunta, y sólo después accede (Lc 1,38). Para más detalles: Gary Anderson, The Genesis of Perfection, p.75-97.
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