La transformación mística-erótica del creyente en José y Asenet



El libro “José y Asenet”es una obra fascinante entre otros aspectos porque en ella encontramos un claro ejemplo de cómo se entendía la transformación mística de la persona en el contexto judío de Alejandría hacia el siglo primero. Este libro narra la historia de la unión de José, el hijo de Jacob, y Asenet, hija del sacerdote egipcio Pentefrés. Más allá de esta historia, lo que tenemos es la descripción del proceso transformativo de Asenet en la medida que va conociendo al verdadero Dios, el de Israel. Este proceso está lleno de rituales, visiones, y experiencias místicas que vale la pena observar. En el inicio vemos a Asenet recluida en una alta torre de diez habitaciones, con muchos dioses paganos, a los cuales la muchacha rendía culto (2,1-8). Esta gran torre representaría la anti-santidad, el lugar de la idolatría, cuyo centro está configurado por la habitación de la muchacha, “donde florecía su virginidad” y donde había “un lecho de oro en la cámara orientada hacia el oriente” (2,12-14). En aquel lecho “dormía Asenet, sola, y ni varón ni mujer se había sentado jamás sobre él, salvo ella misma”. Hay en esta descripción un uso sensual y místico de la arquitectura que nos recuerda al Cantar de los cantares. En este caso sin embargo, todo este espacio tendrá que ser redimido a través de la transformación de la mujer. La actitud de la muchacha en un comienzo es hostil. Cuando su padre le comenta entusiasmado sobre el proyecto de boda que planea entre su hija y José, ésta contesta: “Por qué habla así mi señor y padre y planea con esas palabras entregarme como prisionera de guerra a un varón extranjero, fugitivo y vendido como esclavo? 13 ¿No es ése el hijo del pastor de Canaán a quien su mismo padre abandonó? 14 ¿No es ése el que se acostaba con su dueña, por lo que su amo lo arrojó a tenebrosas mazmorras, y de donde lo sacó el faraón porque interpretó sus sueños? No, me casaré con el primogénito del rey: él sí que es el rey de toda la tierra.”(4,12-14).



La transformación comienza cuando José aparece en un aspecto esplendido, con rasgos reales (el cetro real) y sumo sacerdotales (una túnica blanca; le cubría un traje de purpura tejido en lino y oro; llevaba una corona dorada con doce gemas y sobre ella doce rayos de oro) (5,5-6) lo que hace que la muchacha se conturbara ante tal imagen (como si fuese una visión divina) (6,1) y le reconozca como hijo de Dios (6,6). En su aflicción exclama: “¿Dónde me esconderé, puesto que descubre todo escondrijo y nada oculto le pasa desapercibido a causa de la gran luz que hay en él?” (6,3). La apariencia de José es de hecho como una gran teofanía: “ahora llega del cielo a nosotros el sol en su carro y ha entrado hoy en nuestra casa” (6,5b). El resultado de esta visión es el arrepentimiento que se manifiesta de manera ritual como el primer paso de la transformación. Por ejemplo leemos que Asenet : “Rompió a llorar con grande y amargo llanto y se fue apartando de sus dioses, a los que veneraba, mientras aguardaba que llegara la tarde” (9,2); “Sin ánimo ninguno, se entregó al llanto hasta que se puso el sol. No probó alimento ni bebida y permaneció insomne mientras todos dormían. 3 Abrió la puerta de su aposento y bajó al portón, donde encontró a la portera durmiendo con sus hijos. 4 A toda prisa, Asenet cogió del batiente la piel que hacía de cortina, la llenó de ceniza, la subió al piso superior y la depositó en el suelo. s Cerró la puerta firmemente, colocó el travesaño de hierro sobre ella y se puso a gemir con grandes sollozos y lágrimas” (10,1-5); “Se despojó Asenet de su traje real y se vistió el negro, soltó su cinturón dorado y se ciñó un cordel. Arrojó luego de su cabeza la tiara y la diadema y de sus manos las pulseras. 12 Tomó el traje entero, su predilecto, y lo lanzó por la ventana a los pobres. 13 Y cogió todos sus innumerables dioses de oro y plata, los trituró en menudos pedacitos y los lanzó a los mendigos y necesitados…Tomó un tejido basto, de saco, y se ciñó con él la cintura; desbarató el peinado de su cabeza y se cubrió de ceniza. 17 Golpeó su pecho enérgicamente con las dos manos, se postró sobre la ceniza y anduvo llorando amargamente toda la noche entre sollozos, hasta el alba” (10,10,17).



Estos rituales se extienden por ocho días y se acompañan de himnos que se recitan (12,2-13,12). Toda esta rigurosidad conduce a la experimentación de visiones. Ejemplo de ello también lo encontramos en la versión latina de la Vida de Adán y Eva, donde antes de muchas de las visiones los héroes se preparan gimiendo, llorando y sufriendo privaciones. ¿Puede haber alguna relación con las mujeres que van a visitar la tumba de Jesús en el primer día de la semana y lo contemplaron resucitado?

Puede ser, pero este no es el lugar para discutirlo. Sigamos adelante. Todos estos ritos penitenciales tienen como objetivo prepar al sujeto para las experiencias visionarias que vienen a continuación. En el caso de Asenet estas experiencias visionarias son las que posibilitarán la actualización de las bendiciones que José le hace en 8,10-11 y que probablemente fuesen tomadas de algún rito de conversión del paganismo al judaísmo que terminaría con una comida y una bebida (8,11), y la unción del oleo de la inmortalidad (8,5) :

“Señor, Dios de mi padre Israel,
el Altísimo, el Fuerte,
que todo lo vivificas
y llamas de las tinieblas a la luz,
del error a la verdad
y de la muerte a la vida;
tú mismo, Señor, vivifica y bendice a esta doncella.
11 Renuévala con tu soplo,
remodélala con tu mano
y revivifícala con tu vida
Que coma el pan de tu vida
y beba la copa de tu bendición,
ella, a la que yo escogí antes de ser alumbrada,
y que penetre en el descanso
que has preparado para tus elegidos
”.

La visión acontece cuando cerca del lucero del alba el cielo se rasgó el cielo y apareció una luz inexpresable (14,3). Entonces un “hombre del cielo” se acercó a Asenet y la llamó por su nombre al modo de Gn 15,1; 22,1; 1Sm 3,2-14; Jer 1,11; Dn 9,22; 10,11; 1Enoc 15,1; 4Ezra 14,1; ApAb 9,1. Este hombre del cielo es un ser angelical de carácter sacerdotal que guarda semejanza con José: “Levantó ella sus ojos y vio a un hombre en todo parecido a José: en el vestido, corona y el bastón regio. 9 Pero su rostro era como el relámpago, sus ojos como el resplandor del sol, los cabellos de su cabeza como llama de fuego y sus manos y pies como metal fundido” (14,8-9). ¿Es esta figura “parecida en todo a José” el doble celestial de éste al modo de otras obras como 1Enoc, 2Enoc, Escalera de Jacob, Ezequiel el Dramaturgo, etc? Es muy probable. En todo caso la aparición de este ángel, con la consecuente reacción de temor de Asenet, posibilita su transformación que se explicita con la imagen, tan común en la literatura apocalíptica, del cambio de vestidos: “Despójate de la túnica negra que llevas encima y del saco de tu cintura; sacude de tu cabeza la ceniza y lava tu rostro con agua fresca. 13 Vístete con un traje nuevo, inmaculado, y ciñe tu cintura con el cinturón brillante y doble de tu virginidad. 14 Vuelve luego a mí, porque voy a comunicarte las palabras que se te envían” (14,12-14); “4 A partir de hoy vas a ser renovada, remodelada y revivificada; vas a comer el pan de vida, a beber la copa de la inmortalidad, y serás ungida con la unción de la incorruptibilidad. s Ten ánimo, Asenet; el Señor te ha dado a José como esposa, y él va a ser tu esposo. 6 Ya no serás llamada Asenet, sino que tu nombre será «Ciudad de Refugio», ya que en ti se refugiarán muchas naciones, y bajo tus alas se abrigarán muchos pueblos, y en tu muralla serán protegidos quienes se unan a Dios a través de la conversión” (15,4-6). Es importante notar el carácter místico-erótico de la transformación de Asenet que se prefigura en un rito que pudo haber sido parecido a la cámara nupcial de los gnósticos: “Oye, Asenet escucha lo que finalmente te digo: vístete un traje de
boda, tu traje del principio, el primero, el depositado en tu alcoba, rodéate de todas tus galas preferidas, engalánate como una esposa y estate preparada para el encuentro con él. 11 Hoy vendrá a tu casa te verá y se alegrará
” (15,10-11). Ahora bien, el cumplimiento final de esta promesa está reservado hasta que la transformación final de la mujer se haya cumplido.

La transformación de Asenet implica el asumir su nuevo rol como consorte o mellizo del Ángel de la Conversión (o Ángel del arrepentimiento): “La conversión es hija del Altísimo e intercede ante él continuamente por ti y por todos los que se arrepienten, puesto que el Altísimo es padre de la conversión, y ella es la madre de las vírgenes. En todo momento ruega por los que se arrepienten, ya que a los que la aman les ha preparado una cámara nupcial celeste, y ella misma les servirá por siempre. 8 Es la conversión una virgen sumamente bella, pura, santa y dulce, y el Dios Altísimo la ama, y todos los ángeles la respetan (15,7-8). Es por ello que será conocida como “Ciudad de Refugio” pues bajo sus alas serán protegidos quienes se unan a Dios a través de la Conversión. Al mismo tiempo su transformación implica el convertirse en la Sabiduría. Si en 8,1.5 la muchacha había sido llamada “extranjera”, en clara referencia a la mujer que está en oposición a la Sabiduría en Prov 2,16; 5,20; 6,24; 7,5; ahora el Ángel llama a las siete vírgenes que están con Asenet los “siete pilares de la Ciudad de Refugio” evocando la casa de la Sabiduría en Prov 9,1.

En esta transformación, además de la unión marital, otro rito relacionado con la comensalía juega un rol importante. El Ángel le dice a la mujer: “Feliz tú, Asenet, porque te han sido revelados los secretos de la divinidad, y felices los que se unen a Dios por la conversión, porque comerán de ese panal. 8 Semejante miel ha sido elaborada por las abejas del paraíso, y los ángeles se alimentan de ella, y todo el que la come no morirá jamás. El hombre extendió su mano derecha, partió un trazo de panal y comió; y con su propia mano puso otro trozo en la boca de Asenet. 10 Volvió a extender la mano y posó su dedo en el extremo del panal que mira al oriente, y la huella del dedo se convirtió en sangre. Tendió la mano por segunda vez y puso su dedo sobre el extremo del panal que mira al norte, y la huella del dedo se convirtió en sangre.12 Asenet estaba en pie a su izquierda y observaba todo cuanto iba haciendo el hombre. De las celdillas del panal salieron unas abejas blancas y brillantes como la nieve, y sus alas eran como de púrpura y violeta; sobre sus cabezas había unas diademas de oro, y sus aguijones eran afilados. 14 Todas las abejas se posaron en Asenet, de los pies a la cabeza, y otras, grandes como reinas, tocaron a la joven en los labios (16,7-15). La miel alude a distintos elementos: el mana en el desierto (Ex 16,31); la sabiduría y la Torá (LXX Sal 18,11; LXX 118,103; Sirac 24,19-20). El rol de Asenet es ser portadora de este panal. Cuando el Ángel le pide de la miel, Asenet responde que no tiene de esa miel, a lo cual el ángel le dice: “Entra en tu alcoba y encontrarás un panal”. Entró Asenet en su aposento y encontró un panal sobre la mesa blanco y brillante como la nieve, lleno de miel y su aroma era perfume de vida. Tomo Asenet el panal y se lo llevó al hombre” (16,4-5).

Es en este momento que la unión definitiva entre Asenet y José se realiza. El encuentro comienza cuando José reconoce la transformación: “Acércate a mí, virgen santa, pues he recibido sobre ti buenas noticias desde el cielo; de allí me han dicho todo acerca de ti. 3 Tendió José sus brazos y rodeó con ellos a Asenet, y ella a José, y se abrazaron durante largo rato, mientras se reanimaba su espíritu” (19,2-3). La unión se expresamente bellamente con las palabras del Faraón en la boda: “Bendígate el Señor, Dios de José, que te escogió para esposa suya, porque él es hijo primogénito de Dios. Tú serás llamada hija del Altísimo, y José será tu esposo por siempre” (21,3). La unión es bendecida prontamente: “Concluidas las bodas y terminado banquete, José se llegó a Asenet, y ella concibió de José. Dio a luz a Manasés y a su hermano Efraín en la casa de José” (21,8).

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