Alianza: la Torá como voluntad de Dios

Varias aproximaciones respecto a la Torá nos pueden ayudar a entender mejor  otras expresiones antiguas de la ley divina entendida como el orden natural o una verdad eterna. La Torá, a diferencia de la ley natural, desde cierta perspectiva, es expresión de la voluntad soberana de la divinidad, es particularista, no racional, evoluciona, es coercitiva y exige obediencia. La Alianza no es expresión de una ley natural, sino de la libre voluntad de Dios. La Torá se obedece no porque responda a la naturaleza del cosmos, sino porque es voluntad de Dios. Yavé se refiere constantemente a "mis reglas", "mis leyes", y "mis mandamientos" (Lv 18,4-5; 19,37; 26,3; Nm 36,13; Ex. 31,18). Por ejempo en Ex 22,24 cuando se dice que si prestas dinero a mi pueblo, a los pobres entre vosotros, no serás usurero con él; no le cobrarás interés, no se está aludiendo a una ley natural, sino a la mera voluntad de Dios. En este sentido se explica que la Torá sea particular y no universal. Y es que no responde a la naturaleza humana, sino más bien a mandamientos que nacen de la relación de Dios y un pueblo en particular, Israel. La Torá no promueve el universalismo, al contrario, conduce al particularismo y la diferencia del pueblo de Israel (Lv 20, 22a, 233a, 24b)...no andéis en las costumbres de la nación que yo echaré de delante de vosotros...Yo soy el SEÑOR vuestro Dios, que os he apartado de los pueblos...Más aún, algunas de los preceptos de la Torá parecen irracionales u arbitrarios, pero eso no les quita validez, como es el caso de las reglas de pureza o de las dieta que sólo se validan en cuanto santifican a Israel apartándose de los demás pueblos (Lv 20,25-26):Me seréis, pues, santos, porque yo, el SEÑOR, soy santo, y os he apartado de los pueblos para que seáis míos. Y no sólo eso, sino que como vemos en la Torá, existe la idea que ésta evoluciona, cambia, incluso normas posteriores pueden contradecir normas anteriores. Y es que como las reglas emergen de la voluntad de Dios, este puede hacer lo que quiera con ellas. Y de hecho lo hace algunas veces interviniendo a través de oráculos interpretando preceptos. Es lo que pasa en Nm 9 cuando algunos hombres que han adquirido impureza le preguntan a Moisés y Aarón por qué son excluidos de ofrecer el sacrifico pascual en el tiempo apropiado. Moisés entonces responde en el v.8:Esperad, y oiré lo que el SEÑOR ordene acerca de vosotros. Dios puede cambiar de opinión y por ende la Ley también. Pero la evolución de la ley también puede responder a una creciente humanización del pueblo. Por ejemplo es lo que sucede con las leyes en relación a la esclavitud (Ex 21, 2-11 y Dt 15, 12-18) donde se la va a limitar por un plazo de seis años, luego del cual se liberará al siervo. Y la respuesta del hombre siempre es la obediencia, tal como leemos en Dt. 12, 8-11: De ninguna manera haréis lo que hacemos aquí hoy, que cada cual hace lo que le parece bien a sus propios ojos;porque todavía no habéis llegado al lugar de reposo y a la heredad que el SEÑOR vuestro Dios os da. Cuando crucéis el Jordán y habitéis en la tierra que el SEÑOR vuestro Dios os da en heredad, y Él os dé descanso de todos vuestros enemigos alrededor de vosotros para que habitéis seguros,  entonces sucederá que al lugar que el SEÑOR vuestro Dios escoja para morada de su nombre, allí traeréis todo lo que yo os mando: vuestros holocaustos y vuestros sacrificios, vuestros diezmos y la ofrenda alzada de vuestra mano, y todo lo más selecto de vuestras ofrendas votivas que habéis prometido al SEÑOR. La obediencia es la respuesta apropiada, y el hombre ideal es el siervo de incuestionable fidelidad, como es el caso de Noe (Gn 6,22; 7,5.9.16), y Abraham (Gn 12,4; 15,6; 22, 16-18). La respuesta de Dios a la obediencia de Abraham supera cualquier humana expectativa (Gn 26 4-5), una descendencia numerosa como las estrellas del cielo. Para más detalles: What´s divine about divine Law? Early Perspectives .  p. 15-23

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