El Libro de los Vivientes en el Evangelio de la Verdad

La salvación en el Ev.Verdad tiene relación con el conocimiento de saberse inscrito en el Libro de los vivientes que está escrito en el Pensamiento y el Intelecto del Padre. Esto implica tener un nombre propio, una identidad  que resuerna oculta en la intimidad paterna y que se proyecta múltiple en la perfección del Intelecto/Totalidad. En otras palabras, tu nombre está escrito desde siempre en el Pensamiento del Padre, como en un libro viviente, que Jesús, sabiendo que su muerte sería vida para muchos, fue capaz de abrir a través de la aceptación paciente de sus sufrimientos (20,1-10).  Y es que cuando Jesús fue clavado en el madero, publicó el edicto del Padre sobre la cruz, esto es, después de despojarse de estos harapos perecederos, se revistió de la incorruptibilidad que nadie puede sustraerle (20,25-35). Esto quiere decir que una vez que Jesús se desviste de esta realidad perecedera, marcada de ignorancia, manifiesta su verdadera identidad (de quien procede y a quien retorna) y con esta el Libro de los vivientes. Si tu nombre está en este libro, entonces recibes la enseñanzas sobre sí mismos, la recibes del Padre y te vuelves de nuevo hacia Él (21, 1-5). El que posee el conocimiento adquiere lo que le es propio y lo atrae hacia sí (21, 11-12).  Existe una suerte de predestinación. Sólo se salvan aquellos cuyos nombres están en el Pensamiento o Intelecto del Padre. Aquellos cuyo nombre conoció de antemando han sido llamados finalmente, de modo que el que posee el conocimiento es aquel cuyo nombre ha sido pronunciado por el Padre, pues aquel cuyo nombre no ha sido dicho es ignorante. Efectivamente, ¿cómo podría oír aquel cuyo nombre no ha sido convocado? (21, 25-35). De esta manera el que posee el conocimiento es de lo alto porque tiene su origen en el Padre y a Él volverá. Si es llamado, escucha, responde y se vuelve hacia quien lo llama para ascender hacia Él. Y sabe cómo se llama (22, 8-10). El que llegue a poseer el conocimiento de este modo sabe de dónde viene y a dónde va. Sabe como una persona que habiendo sido embriagada ha salido de su embriaguez (ignorancia, error, olvido), ha vuelto a sí misma y ha corregido lo qe le es propio. Jesús ha desviado a muchos del error. Este proceso soteriológico personal tiene también un correlato cósmico. Así como cada uno de los elegidos asciende al Padre, el Pleroma también lo hace. Dado que la perfección de la Totalidad está en el Padre, es necesario que la Totalidad ascienda hacia Él y que cada uno adquiera lo que es propio. De este modo la redención también ocurre a nivel divino, cuando se descubre la verdadera estructura del Padre, la Madre, el Espíritu (seno del Padre) y del Hijo. Entonces los eones dejan de inquietarse buscando al Padre y descansan en Él sabiendo que es el reposo (24, 10-25). 

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