Las profundidades de la Torá en la Cábala

La mística judía de la Cábala supone el entendimiento de la Torá a diferentes niveles de profundidad que se van relacionando como un gran tejido vivo. En la raíz de esta manera de estudiar la Torá está Filón de Alejandría, que entendía la historia de los héroes del Pentateuco como analogías sobre el desarrollo evolutivo del alma humana, y la historia de los cuatro que entran en el pardes ( http://tomachosj.blogspot.com/2010/08/los-cuatro-en-el-pardes-y-los-origenes.html ). En la Edad Media esta intuición mística se desarrolló de una manera esplendorosa aunque no uniforme. Citemos algunos ejemplos, en el Midras ha-Ne´elam al libro de Rut leemos: “Las palabras de la Torá son comparables a una nuez. ¿Cómo hay que entender esto? Al igual que la nuez tiene una cáscara externa y un núcleo interno, así cada palabra de la Torá contiene también un hecho externo, midras, aggadá y misterio, y cada uno de ellos representa un sentido más profundo que el que le precede”.

En el Zohar aparece esta explicación escrita hacia 1280-1286 muy sugerente: “En efecto, la Torá deja salir una palabra de su cofre, y ésta aparece por un momento y se oculta enseguida. Y en cualquier momento y lugar en que salga de su cofre y se vuelva a esconder con rapidez, lo hace tan sólo para aquellos que la conocen y están habituados a ella. Porque la Torá es como una amada hermosa y bien proporcionada que se oculta en un recóndito aposento de su palacio. Tienen un único amante-cuya existencia todo el mundo ignora- que permanece escondido. Por amor a ella merodea el amante continuamente ante la puerta de su morada y deja vagar sus ojos buscándola en todas direcciones. Ella sabe que el amado está constantemente alrededor de la puerta de su morada. ¿Qué hacer? Entreabre ligeramente la puerta en el escondido aposento donde se encuentra, desvela por un instante su rostro al amado e inmediatamente lo oculta otra vez…Únicamente él lo ve, y su interior, su corazón y su alma van en pos de ella, y sabe que por su amor la amada se ha manifestado un instante y ha ardido en su amor. Lo mismo ocurre con la palabra de la Torá. Sólo se revela a quien la ama…Cuando por fin viene a ella (el amado), comienza (la Torá) a decirle detrás de una cortina palabras que hablan a su entendimiento, hasta que llega muy lentamente a vislumbrar y penetrar el sentido , y esto se llama Derasá. Entonces conversa con él a través de un delgado velo de palabras alegóricas y a esto se le conoce bajo el nombre de aggadá. Sólo en este momento, cuando se ha familiarizado con ella, se manifiesta a él cara a cara y le habla de todos sus secretos ocultos y de todos los caminos escondidos que se encuentran en su corazón desde los más lejanos días. Entonces se considera a un hombre perfecto, se le llama Maestro, lo que quiere decir en sentido propio “esposo de la Torá”…Y sólo entonces se esclarece para él, tal como es, el verdadero sentido de las palabras de la Torá, a cuyo texto no se puede añadir ni quitar una sola letra” (Zohar II, 99ª-b). En la misma Zohar leemos: “Rabí Simón decía, ¡Ay de aquel que considera la Torá como un libro de meras narraciones y cuestiones vulgares! Pues si esto fuera así, también nos sería posible hoy a nosotros componer una Torá que tratase de esas cosas y que fuera de una muy superior calidad. Si se trata de cosas terrenas, entonces hay materias más valiosas en las crónicas de los reyes y príncipes de este mundo…Pero en realidad son las palabras de la Torá palabras más altas y secretos más elevados. Está establecido incluso para los ángeles que, cuando descienden al mundo para ejecutar en él una misión, se han de vestir con ropajes propios de este lugar y circunstancia, y si no lo hicieran así no podrían existir en este mundo y el mundo no los podría soportar. Y si esto es válido para los ángeles, cuánto más lo lo será para la Torá, con la cual Él los ha creado a ellos así como a todos los mundos existentes, y por medio de la cual existen…Por eso dijo David (Salmo 119,18): “Abre mis ojos para que vea la maravilla de tu Torá”, o sea, aquello que se encuentra bajo el ropaje de la Torá. Acércate y observa: hay ropajes visibles a todo el mundo, y así los insensatos, cuando ven a un hombre con tales ropajes, los cuales les parecen bellos, ya no miran más allá. Pero más importante que aquella vestidura es el cuerpo, y más importante que el cuerpo, el alma” (Zohar III, 152,a). Decir, por último que a estas cuatro entradas al sentido profundo de la Torá pronto se multiplicarían y hay fuentes místicas que hablan ya de 70, el número tradicional de naciones que habitan la tierra. Habría 70 niveles para entender la Ley. Para más detalles: Scholem Gershom, La Cábala y su simbolismo, Ed. Siglo XXI, Madrid, p.61-79.

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