Sacrificios diarios en el Templo (II parte)
Continuamos con las tareas diarias de
los sacerdotes en el Templo (entrada anterior). Una vez que se han reunido los sacerdotes por
segunda vez, echan suertes para determinar quien presidirá distintas tareas
encaminadas a realizar los sacrificios diarios: quién va a degollar el
sacrificio; quién va a recolectar la sangre y roseará el altar con ella; quién
va a remover las cenizas desde el altar del incienso; quién va a cuidar de las
mechas de la menorah, limpiar las
copas del oleo y ceniza usadas; quiénes serán los seis sacerdotes que subirán
hacia el altar las partes del animal a ser sacrificadas; quién va a traer la
harina fina que acompañará el sacrificio como alimento ofrecido; quién va a
traer la comida ofrecida por Sumo Sacerdote; quién va a ofrecer el vino que se
ofrece en el altar.
Los primeros en actuar eran los
sacerdotes elegidos para remover las cenizas del altar del incienso y atender
la menorah. Junto con llevar consigo
los vasos donde pondrían las ceniza y los vasos que contenían el oleo para
encender la menorah, llevaban consigo
dos llaves que tenían que dar a los levitas que eran los
encargados de velar por las puertas del templo. Esta era la primera ceremonia. El
acto de abrir las puertas del santuario tenía un gran significado y era muy
solemne. Consistía en una serie de preguntas y respuestas entre el sacerdote y
los levitas, luego de las cuales el levita abría las puertas y admitía que un
cordero fuese traído desde la cámara de los corderos para el sacrificio
matinal. Luego de seleccionar el cordero
indicado, los sacerdotes se dirigían a la habitación donde se guardaban los
vasos de oro y plata que se requerían para el servicio divino durante el día.
Entonces el sacerdote que se había llevado la suerte de degollar al cordero, lo
llevaba hacia el área norte de la corte del altar. No iba sólo, le seguían los
seis sacerdotes que transportarían las partes indicadas del cordero para ser
sacrificadas una vez que fuese degollado. El lugar donde el sacerdote degollaba
al cordero estaba especialmente condicionado con anillos de metal en el piso
que sostenían al animal, ocho columnas de piedra para remover la piel, y
bandejas de mármol en donde se ponían las partes para ser ofrecidas una vez
transportadas por la rampa hacia el altar.
A todo esto, los sacerdotes que han
entregado las llaves a los levitas han seguido su camino hacia el Santuario a
través de las puertas abiertas y llevando los canastos de oro. Al llegar al
altar del incienso removían las cenizas con las palmas de sus manos y las
ponían en la canasta. De manera paralela,
otro sacerdote había entrado en el santuario y se había
acercado a la menorah desde el costado sur, había renovado las
llamas y el oleo gastado de las lámparas (Nm 8,1-2; Ex 25,37; Ex 27,20).
En este punto el cordero del
sacrificio matinal ya había sido degollado y los seis sacerdotes encargados
habían subido las partes a sacrificar al altar por la rampa. Un octavo
sacerdote traía también el alimento ofrecido
por el Sumo Sacerdote que consistía en epha, esto es 12 panes cocidos de harina con aceite. Este sacrificio
también era ofrecido por cada sacerdote el primer día de su turno que oficiaba
en el templo (Lv 6,19-10). Cuando todos
estos alimentos ya estaban puestos sobre el altar, se salaban de acuerdo a lo
señalado en la Ley (Lv 2,13).
Finalmente, el último sacerdote traía el vino y lo vertía sobre el
altar. Entonces se sacrificaba. Luego los sacerdotes descendían del altar y
regresaban a la habitación donde recitaban las oraciones de la mañana. Aquí se
echaba en suerte quien debía recitar la oración Escucha Israel. Una vez concluido el sacrificio del cordero y del
incienso, los sacerdotes podían levantar sus manos para bendecir al pueblo
reunido en el templo. En el sábado una bendición extra era añadida.
Pero todavía había otras dos suertes
que había que echar…
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