Jesús, la magia y los milagros (II)


He vuelto a releer un artículo que, a pesar de sus años, todavía tiene gran relevancia e ínteres. Se llama Magic in Early Christianity y su autor, un investigador al cual admiro mucho, es David Aune. El parte reconociendo que es muy difícil distinguir en el mundo antiguo los términos magia y religión. Posteriormente analiza aspectos de Jesús como mago en los evangelios, situándolo en el contexto de un movimiento milenarista del siglo I. Vale la pena revisar algunos elementos importantes de su artículo.

D. Aune señala que los evangelios dan cuenta de 6 exorcismos, 17 sanaciones, y 8 milagros relacionados con la naturaleza. Luego se pregunta si se puede hablar de Jesús el mago y llama la atención sobre los siguientes puntos. En Mc 1,25 (Lc 4,35.41) y 9,25 (Mt 17,18; Lc 9,42) Jesús ordena, manda, tiene autoridad sobre los demonios (epitiman). En un documento arameo del I a.c. llamado Apócrifo del Génesis se nos dice que Abraham hizo un exorcismo al rey de Egipto rezando e imponiendo las manos sobre él, y ordenando a los demonios que se marchen. El verbo arameo es g´r que seguramente está detrás del griego epitiman de nuestros evangelios. Esta autoridad de Jesús se vislumbra también en el uso de ordenes que parecen fórmulas mágicas como en el caso de los exorcismos en Mc 1,25 (Lc 4,35); Mc 5,8 (Lc 8,29) y Mc 9,25 (Mt 17,18; Lc 9,42). Es verdad que la brevedad de estas fórmulas contrastan con las largas doxologías que encontramos en las fórmulas mágicas de exorcismos greco-romanas del siglo III y V (PGM IV, 3007-3086). Sin embargo, en cuatro de estas fórmulas (PGM IV, 1243, 1245, 3013; V, 158) también encontramos el uso del verbo imperativo salir (ecelthe) tal como lo ocupa Jesús cuando ordena a los demonios irse de los posesos. En general el uso de imperativo ordenando a los espíritus tal o cual cosa es común entre éstas fórmulas mágicas (PGM IV, 86, 1244; V, 125, 130,133, 158, 164) y en los evangelios. De esto se concluye que los contemporáneos de Jesús bien pudieron haber entendido estos imperativos como fórmulas mágicas en el contexto de exorcismos. De hecho, en dos exorcismos (Mt 12,23; 15,22) y en una historia de sanación (Mc 10, 47-48; Mt 9,27; 20,30ss; Lc 18,38ss) Jesús es llamado Hijo de David, es decir se le relaciona con Salomón al cual se le atribuían poderes mágicos y sanadores. Más aún, y llendo a las historias de sanación, en varias de éstas vemos también fórmulas imperativas que bien pueden entenderse como fórmulas mágicas: Mc 1,41; 2,11; 5,34. 41; 7,34; Lc 7,14; Jn 5,8; 11,43. Llama la atención que en algunas de ellas se haya recordado las palabras de Jesús en arameo (Mc 5,41 y 7,34) lo que puede indicar su uso por la posterior comunidad marcana.

Además de estos imperativos vemos cómo Jesús impone sus manos (Mc 1,31.41; 5,41; 7,33-34; 8,23.25; 9,27 y sus paralelos mateanos y lucanos) al igual que Abraham en el caso del exorcismo del rey de Egipto (1QSA 20,28-29) y en los númerosos ejemplos que encontramos en la literatura rabínica. Otro elemento importante en las fórmulas mágicas de sanación era invocar a Dios a través de una oración. Si bien encontramos en Stgo 5,14-16 un ejemplo de esto en el contexto ritual de sanación primitivo, en el caso de los evangelios es más excaso sin contar con las notables exepciones de uso del verbo gemir (estanecen) después que Jesús levanta los ojos (signo de invocación a Dios) en Mc 7,34 y los ejemplos joánicos de 9, 31 y 11,41b-42. La fe como condición de sanación, si bien no está presente en todos los textos evangélicos de sanación, sí juega un rol fundamental en la mayoría de los relatos (Mc 5,34; 9,23; 10,52; Lc 17,19; Mt 8,10.13; Jn 11, 26-27 ) como en las fórmulas mágicas greco-romanas donde en vez de fe se lee confianza.

Es interesante constatar el caso de la mujer con hemorragias de Mc 5,25-34 (y paralelos) donde ésta "roba" algo del poder de Dios que tenía Jesús con sólo tocarlo. Hay que reconocer que la idea de la mujer respecto a Jesús tiene mucho que ver con el mago como poseedor de un poder divino (dinamis) que puede transferir a una u otra persona. También son notables los casos de sanación del sordo mudo en Mc 7,31-37 y del hombre ciego cerca de Bethsaida (8,22-26) donde los afectados son sanados en privado; se ocupa la saliva como medio sanador; el órgano enfermo es tocado por Jesús; se enfatiza la confianza del enfermo; sin contar con la fórmula en arameo y la oración previa de 7,34.

La relación de Jesús con la magia se confirma con el uso de su nombre en el cristianismo primitivo. Ya vemos en el caso de Mt 7,22, Lc 10,17 y Mc 16,17 cómo sus discípulos invocan su nombre para realizar exorcismos. Otros exorcistas, no relacionados con el grupo íntimo, también lo hacen en Mc 9,38ss y Lc 9,49. En el libro de los Hechos son numerosos los ejemplos de la invocacion del nombre de Jesús para sanar y hacer exorcismos (3,6.16, 4,7.10.30; 16,18; 9,34; 19,13). Estos casos se acercan a la necromancia, esto es la idea de adquirir el poder del espíritu de un hombre muerto todavía presente en su nombre tal como lo atestiguan otras fuentes greco-romanas (PGM IV, 333, 1914,1950; LVII, 6) y cristianas (Tertualiano, Apol. 23). Así, Origenes habla del poder del nombre de Jesús en contra de los hombres malos (Contra Cels. 1,6). Justino contrasta a los cristianos exorcistas que ocupan el nombre de Jesús, con los magos paganos que usan el nombre de reyes y patriarcas judíos, junto con encantamientos y drogas (2Apol. 6).

Relevar los elementos mágicos de la actividad taumatúrgica de Jesús no es degradarlo, es situarlo en el contexto religioso de la época y en la experiencia religiosa de sus contemporáneos.

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